Nota publicada: 2025-11-17
JUAN HURTADO NIEBLAS: IN MEMORIAM.
Bulmaro Pacheco.
Fue Roberto Morales Yocupicio, en Huatabampo, el primero que me llevó —por allá en 1965— a la amplia casa de don Juan Hurtado y doña María de Jesús (Buena) Nieblas.
Una casa alegre, musical, de las primeras que en Huatabampo tuvieron televisión, y donde nos permitían acceder a la sala para disfrutar de ese gran invento que, a principios de los sesenta del siglo pasado, comenzó a instalarse en la región.
Ahí conocí a los hijos de don Juan: a la inolvidable Maye (Ramona Oralia), la mayor de las mujeres; a Juan Miguel, el mayor de los hombres; a la Mica (Herminia Micaela); a Yolanda; a Adriana (María de Jesús); a Manuel de Jesús —el Mono—; a Rosa Idalia y a Martín Humberto (Mabeto).
Roberto Morales vivía en la esquina, en la casa de su padre Santiago y su abuelo el dueño de la panadería La Paloma, José —en Iturbide y la entonces Abasolo, hoy Alfredo Káram—, a un costado de la lavadora de carros de don Juan. En esa misma acera vivían también Camilo Cantú, de oficio zapatero, con sus hijos, en una casa que colindaba con la propiedad de don Rafael —Rafailón— Rojas, su esposa doña Licha y su hija Esther.
Esa propiedad, que albergó uno de los primeros negocios de carne asada de Huatabampo, se prolongaba hasta la esquina de la calle 5 de Mayo. Vecinos ahí eran también las familias de Reynaldo y el Chato García, carniceros de oficio, y hacia la esquina sur de la Iturbide se encontraba el hogar paterno de la familia Bleizzeffer, a escasos metros de los famosos raspados de don Leo Félix y de la casa, poblada de árboles frutales, de la güera Encinas.
En la casa de don Juan, siempre alegre, solían reunirse amigos y conocidos de la familia para reír, cantar, tocar la guitarra, contar un sinfín de anécdotas y darle rienda suelta a la creatividad. En ocasiones, disfrutaban de la comida, muy bien preparada por la famosa Maye y su marido Cayetano. También se escuchaban las anécdotas y ocurrencias de Ignacio —Nacho— Amparán Barreras, el más longevo de los lavadores de carros, que con su fina ironía daba sabor a las reuniones.
Como profesor de la Escuela Normal de Ciudad Guzmán, Jalisco, Juan Miguel, el mayor, aprendió muy joven a tocar la guitarra y a cantar. Se conectó muy bien con profesores, verdaderas leyendas del sindicalismo magisterial, como Hugo Romero Ojeda —que llegó en 1961— y Rubén Castro Ojeda —en 1963—, secretarios generales consecutivos de la Sección 28 del SNTE, que arribaron a Huatabampo desde la Normal Urbana de La Paz, Baja California Sur. Con ellos trabajó, hizo política, se entendió y formó amistades que duraron hasta su muerte.
Juan fue ascendiendo en la estructura sindical y educativa de la Sección 28 del SNTE —llegó a ser secretario delegacional y coordinador de la región del Mayo—. También hizo equipo con Gilberto Rodríguez, de la Sección 54; Rubén Moreno Valdez, egresado de la Normal del Quinto; Ramón Hinostroza, en educación física y halterofilia; y Héctor Chávez Fonseca, profesor de educación física y funcionario de la inspección escolar de la región.
Siempre dispuesto, siempre activo en tareas de acción cívica municipal; infaltable maestro de ceremonias en una gran cantidad de eventos; delegado del PRI y la CNOP en numerosos procesos, y secretario del Ayuntamiento de Huatabampo (1994–1997) en la administración de Roberto Káram Toledo.
Siempre alegre, siempre optimista. Mi generación lo vio como un hermano mayor, con un cariño y reconocimiento derivados de la vecindad, de la amistad entre familias y del apoyo que siempre recibimos de su parte en innumerables tareas cívicas y familiares. Estuve atento a sus enfermedades, a sus tratamientos, a sus idas y venidas a hospitales y consultorios, y nunca lo noté pesimista o derrotado. Siempre en pie de lucha y animado. Y con sorpresa me entero de que hoy falleció en Huatabampo.
La muerte para mí sigue siendo un gran misterio, pero también un destino inescapable e inevitable; uno que no quieres que se dé, sobre todo entre tus amigos y seres queridos.
Antier Alfredo de 77, ayer Marcos de 65, hoy Juan de 82: muertes que me apenan y entristecen, que me llegan, y ante las cuales no me queda —muy a pesar mío— más que la resignación y la aceptación.
Descanse en paz nuestro hermano Juan miguel Hurtado Nieblas. Mis condolencias a sus familiares, hermanos y amigos.