El expresidente Donald Trump declaró públicamente que, aunque “no lo pidió”, asumirá la responsabilidad de guiar al gobierno en Gaza. En su intervención, sostuvo que su rol será clave para la reconstrucción, la administración política y la estabilización de la región.
Trump señaló que su mandato e influencia global lo facultan para intervenir políticamente y reconstruir las estructuras estatales que han sido descompuestas por el conflicto. Afirmó que trabajará en coordinación con aliados internacionales, organismos humanitarios y gobiernos regionales para restablecer funciones de gobierno: desde servicios básicos hasta seguridad local, pasando por la coordinación diplomática.
El anuncio generó reacciones variadas. Algunos sectores apoyan su postura como medida audaz frente al caos humanitario; otros la califican de pretenciosa e intervencionista, pues Gaza sigue siendo territorio bajo disputa y control de múltiples poderes. Además, la propuesta enfrenta el desafío legal de qué autoridad internacional o nacional estaría dispuesta a reconocer tal dirigencia.
Especialistas en derecho internacional advierten que dirigir un gobierno sin respaldo legítimo, sin soberanía reconocida y en zona de conflicto plantea serias preguntas sobre autoridad, derechos civiles y responsabilidad política. Algunos gobiernos y organizaciones podrían rechazar ese rol si se considera como imposición externa.
Por lo pronto, esta declaración añade tensión al escenario diplomático del conflicto en Oriente Medio. Veremos si Trump logra concretar alianzas, reconocimiento internacional y capacidad de acción sobre el terreno para respaldar su ambicioso planteamiento.