Nota publicada: 2025-11-09
¿VOTAR A MORENA?
Por Bulmaro Pacheco
En México, ningún partido de oposición dispone de un billón de pesos al año—del presupuesto federal— para repartir dinero mensualmente entre la población y asegurar la obediencia electoral en tiempos de comicios.
Ninguno cuenta con una estructura gubernamental como la de los llamados Siervos de la Nación, que actúan como operadores políticos bajo el disfraz de encuestadores, transmitiendo mensajes oficiales y recogiendo opiniones sobre los programas del gobierno.
Tampoco las oposiciones tienen presencia en los organismos electorales —INE y TEPJF—, hoy bajo la influencia del oficialismo, que garantiza resoluciones favorables al poder en turno.
En el Congreso de la Unión, la representación opositora es meramente testimonial. Los partidos opositores integran una minoría que ni decide ni influye en las reformas constitucionales o en las leyes reglamentarias. Morena y sus aliados poseen una mayoría calificada en ambas cámaras, obtenida de manera discutible, con la complacencia de las autoridades electorales.
Resulta increíble que con el 54 % de la votación hayan alcanzado el 74 % de los escaños, cuando la ley establece lo contrario (8puntos más). Las oposiciones, con el 46 % de los votos, apenas cuentan con el 24 % de la representación. ¡Para Ripley!
A los legisladores opositores solo les queda subir a tribuna a emitir exhortos, dar entrevistas o discursos que se pierden en la indiferencia de la mayoría oficialista. Cualquier iniciativa que propongan se archiva en el congelador legislativo.
Tampoco las oposiciones cuentan con una plataforma de comunicación equivalente a la Conferencia Mañanera, convertida en un púlpito desde donde se señala y se culpa a los opositores de todos los males del país. Es una plataforma para atacar y tratar de nulificar opositores, con la sola visión oficial.
Cada día, la presidenta, además de arremeter directamente contra los partidos de oposición, revive a sus villanos favoritos: el PAN, Felipe Calderón y los 35 años (1983-2018) del “neoliberalismo”, a los que atribuye todos los males históricos de México.
Las críticas al “neoliberalismo” van acompañadas de ataques a los partidos opositores y a los expresidentes, en especial a Ernesto Zedillo, el único que le ha hecho críticas notables a la 4T y quien —a diferencia de otros— nunca cobró pensión y hoy debe trabajar para vivir. Los demás —Salinas, Fox, Calderón y Peña Nieto— han optado por el silencio, mientras son señalados una y otra vez por el gobierno como responsables del pasado que aún sirve de justificación al las pifias y los errores del presente.
¿Como aspirar a lograr la unidad nacional ante la crisis que vive México al polarizar el debate llamando a los adversarios políticos “Carroñeros” o “Traidores a la patria”?
Cabe preguntarse: ¿qué habría hecho la autollamada Cuarta Transformación sin el Tratado de Libre Comercio impulsado por Salinas en 1994, ante las tensiones con Estados Unidos?
Hoy, los partidos de oposición gobiernan apenas ocho estados: Durango, Coahuila, Jalisco, Nuevo León, Chihuahua, Querétaro, Guanajuato y Aguascalientes. Sus gobernadores se han visto obligados a acatar las directrices del gobierno federal para no quedar marginados. Aun así, han sido blanco de rechiflas organizadas cada vez que la presidenta los visita.
Desde el inicio de la 4T se eliminaron programas como el Fortaseg (Fortalecimiento para la Seguridad), el Fonden (para desastres naturales) y el Fondo Minero, que destinaban recursos directos a los municipios. El argumento fue la corrupción, pero en lugar de presentar las denuncias y sancionar a los responsables, se optó por castigar a las comunidades más vulnerables.
Los municipios, hoy sin esos fondos, enfrentan una crisis financiera y de gestión y lo peor, no existe interés ni proyecto de reforma municipal desde 1983, cuando Miguel de la Madrid impulsó la última. A pesar de los desastres naturales, la violencia y la precariedad, el gobierno federal ha mostrado una indiferencia sistemática hacia el nivel de gobierno más desprotegido del Estado mexicano:El Municipio.
La concentración del poder es, sin duda, una realidad. Lo que ocurre hoy no tiene paralelo en la historia reciente. Ni la rebelión de Almazán en 1940, ni la crisis poselectoral de 1952, ni el conflicto estudiantil del 68, ni las guerrillas de los setenta generaron el grado de descomposición política y violencia que vive el país actualmente, lo que actualmente vivimos en la República, es inédito.
México enfrentó momentos críticos —económicos y políticos— en 1994 y los resolvió con reformas. Los acuerdos políticos de los sesenta y setenta, la apertura de la representación proporcional y las reformas institucionales de 1983 a 2014 le dieron estabilidad y gobernabilidad al país. El Estado mexicano y sus instituciones funcionaron para que —mediante reformas—, tomando en cuenta a las oposiciones se garantizara el procesamiento de los conflictos y se diera la paz en México. Hoy ese Estado Mexicano que operó, atendió y resolvió con eficacia política los problemas ya no existe.
El que ahora tenemos, está debilitado, invadido, desmembrado y sin las herramientas necesarias para garantizar la certidumbre, el orden, el respeto y la seguridad que los ciudadanos demandan en todo el territorio nacional.
La excesiva concentración del poder en un solo grupo ha dificultado las soluciones y ha agravado los problemas, algunos nunca vistos como el de los asesinatos frecuentes de autoridades municipales, la enorme debilidad de aquello gobernadores repudiados en sus estados (Sinaloa,Michoacán) que han sido rebasados y ya no gobiernan en sus entidades, la extorsión a todos los niveles, los desaparecidos y las cuotas económicas y políticas establecidas por el hampa organizada con una presencia cada vez mayor.
Morena llegó al poder prometiendo no repetir los errores del pasado, proclamando ser diferente. Pero siete años después, y ante tanto problema y las crisis en las que tienen sumido al país la pregunta es inevitable:¿Qué han hecho realmente?¿Merecen ser votados de nuevo? Para pensarlo con toda seriedad de aquí al 2027 cuando el voto será—sin duda—, la más poderosa herramienta del ciudadano para cambiar las cosas. Esa es la apuesta.