Hacer un testamento no es una tarea exclusiva para personas mayores ni un trámite que dejar “para después”. Existen al menos cinco razones claras que lo vuelven necesario desde hoy mismo:

Evitas disputas familiares posteriores – Cuando no hay claridad sobre quién debe heredar qué, aparecen desacuerdos legales y personales que pueden prolongarse durante años. Un testamento permite que tus bienes se distribuyan conforme a tus deseos, sin dejar decisiones importantes en manos de terceros.

Proteges el patrimonio que construiste – Si trabajaste para adquirir propiedades, cuentas bancarias, objetos de valor o inversiones, el testamento te permite definir qué sucede con cada cosa. Así evitas que ese patrimonio se disgregue o se reparta de forma automática según la ley, sin considerar tu situación personal.

Reduces costos y trámites legales – En ausencia de testamento, los procesos de sucesión pueden incluir juicios, abogados, largos plazos de espera y pagos adicionales. Tener un testamento debidamente formalizado simplifica los trámites, acelera la distribución de bienes y ahorra recursos económicos.

Nombras guardianes y albaceas – Si tienes dependientes menores o personas que requieran cuidado especial, mediante el testamento puedes designar quién será responsable de su cuidado, así como quién administrará y distribuirá tu patrimonio. Esto evita que esas decisiones queden a criterio de judiciales o familiares sin acuerdo.

Flexibilidad y actualización – El testamento no es algo inamovible. Si cambian tus bienes, tu familia, tus circunstancias o tus decisiones, puedes modificarlo. Lo que importa es que exista una última versión oficializada que, en ese momento, refleje tus deseos.

En muchos lugares también existen períodos como el “Mes del Testamento”, durante los cuales notarías ofrecen descuentos o facilidades para quienes quieran prepararlo. Aprovechar esos momentos puede facilitar el proceso.