
Nota publicada: 2025-09-09
En la vida diaria solemos escuchar frases como “sin esfuerzo no hay recompensa” o “hay que trabajar duro para lograr las metas”. Y sí, el esfuerzo es importante, pero ¿qué pasa cuando se convierte en un fin en sí mismo?
El escritor y conferencista Álex Rovira, experto en desarrollo personal, plantea una reflexión interesante: el esfuerzo sin placer ni alegría puede llevarnos a comportamientos obsesivos o incluso autodestructivos.
El riesgo de idolatrar el esfuerzo
Rovira explica que el esfuerzo es un valor instrumental, es decir, una herramienta que nos ayuda a alcanzar lo que queremos. El problema surge cuando lo transformamos en el centro de nuestra vida, olvidando que lo verdaderamente importante es el propósito y la manera en que nos sentimos durante el camino.
Cuando solo ponemos el foco en “aguantar” y “sacrificarnos”, sin encontrar satisfacción o ilusión en lo que hacemos, corremos el riesgo de caer en un círculo de agotamiento. Ese tipo de dinámica puede generar frustración, ansiedad o incluso hábitos que desgastan nuestra salud física y emocional.
La fórmula: alegría + esfuerzo
Según Rovira, todo proyecto debería construirse sobre una base emocional sana:
Alegría, porque nos conecta con el entusiasmo.
Ilusión, porque nos proyecta hacia el futuro con esperanza.
Placer, porque nos recuerda que el presente también merece ser vivido.
Cuando el esfuerzo se combina con estas emociones positivas, se transforma en un motor sostenible. No se siente como una carga, sino como parte natural del proceso hacia lo que queremos conseguir.
Vivir con propósito, no con agotamiento
El mensaje de Rovira nos invita a revisar la forma en que encaramos nuestros retos. No se trata de evitar el esfuerzo —porque sin él no hay logros—, sino de darle sentido y equilibrio.
La clave está en preguntarnos:
¿Este esfuerzo me acerca a algo que me ilusiona?
¿Puedo disfrutar del camino y no solo de la meta?
¿Estoy cuidando mi bienestar mientras avanzo?
Una reflexión para aplicar en lo cotidiano
Ya sea en los estudios, el trabajo o la vida personal, poner atención a cómo nos sentimos mientras nos esforzamos puede marcar la diferencia entre crecer con plenitud o vivir atrapados en el cansancio.
En palabras sencillas: el esfuerzo debe acompañarse de alegría para que no se convierta en sacrificio vacío. Y ahí está la verdadera magia: trabajar duro, sí, pero también disfrutar del proceso.