• Hermosillo, Sonora, México a     |  Año 29 No. 11    

Las dos caras

Omar Alí López Herrera / [email protected]




Nota publicada: 2025-07-28

Sin Medias Tintas.

Omar Alí López Herrera.

 

Las dos caras.

 

La verdadera violencia contra las mujeres no discrimina: mata a unas y silencia a otras. Hay casos que se clavan más hondo, y no por la brutalidad, sino por la forma en que se está administrando tanto el horror como el castigo. Los casos de Irma Hernández Cruz y Karla Estrella lo demuestran desde extremos opuestos.

A Irma no la mató un infarto, como se sugirió. A Irma la asesinó aquel que cede ante el crimen organizado con la sumisión de quien prefiere mirar hacia otro lado. La mataron los mismos que cobraban “piso" bajo la complacencia de aquellos que ni protegen ni se inmutan. Y luego, en un segundo asesinato, la despojaron de su identidad en el lenguaje público al referirse a ella como "esa persona".

Mientras, a Karla la inscribieron en el Registro Nacional de Personas Sancionadas por Violencia Política en Razón de Género hasta el 2027 por criticar en redes sociales a alguien con poder. Una ciudadana, un ama de casa sin afiliación partidista, convertida en ejemplo público de lo que sucede cuando se opina demasiado.

Irma fue secuestrada el pasado 18 de julio. Trabajaba como taxista para completar su pensión, porque el educar a generaciones no basta para comer. Un grupo armado la secuestró en plena luz del día y después la obligaron a arrodillarse frente a una cámara para leer un mensaje de terror: "Paguen su cuota… o terminarán como yo". Luego desapareció y seis días después hallaron su cuerpo.

Karla, por su parte, escribió un tuit el año pasado ejerciendo su libre derecho a expresarse con estas palabras: "Así estaría el berrinche... para que incluyeran a su esposa, que tuvieron que desmadrar las fórmulas para darle una candidatura" y, por eso, el Tribunal Electoral la obligó a ofrecerle disculpas públicas a DATO PROTEGIDO por 30 días y la registró como violentadora hasta el 2027.

Aquí se cruzan ambas violencias: la que mata y la que exhibe. Mientras los criminales usaron el cuerpo de Irma para sembrar terror, otros intentar usar el caso de Karla para sembrar escarmiento (aunque hoy piden clemencia y desvían la atención del asunto).

Se declaró sobre Irma con una serenidad digna de espanto: "Fue violentada, y eso le provocó un infarto". No un asesinato. No una ejecución… Un infarto. Como si los secuestradores hubieran sido un accidente cardiaco.

Karla tiene que pedir disculpas con un texto orwelliano: "por el mensaje que estuvo cargado de violencia simbólica, psicológica, por interpósita persona, digital, mediática y análoga". Como si criticar a un político fuera equiparable a la violencia real.

Pero lo peor vino después, porque se refirieron a Irma como "esa persona". El nombre les estorbó. Una mujer trabajadora, madre y maestra fue reemplazada por un pronombre de distancia.

Mientras tanto, Karla permanecerá registrada con nombre y apellido en una lista pública. Toma con ironía su "letra escarlata" pero enfrenta las consecuencias reales de opinar en un país donde los ciudadanos estamos cada vez más desprotegidos.

"Esa persona" no es una manera neutra de hablar. Es una forma deliberada de borrar a la víctima del discurso. Pero inscribir a una ciudadana en un registro público por criticar al poder tampoco es justicia: es intimidación.

En estas tragedias se cruzan todos los hilos de una descomposición: un narco empoderado que mata impunemente, una fiscalía que responde tarde, y un tribunal que sanciona más rápido a quien critica que a quien extorsiona. El lenguaje importa, y tanto los eufemismos como las listas de escarmiento son formas de violencia.

Nombrar a Irma no cambiará ya lo ocurrido, pero no se debe permitir que vuelva a suceder sin consecuencia. Y defender a Karla no significa buscarle justificación a sus palabras, sino cuestionar un sistema que castiga más la crítica política que el crimen organizado.

"Esa persona", dijeron sobre Irma, y con esas dos palabras la enterraron por segunda vez. A Karla, en cambio, la mantendrán en un registro público hasta el 2027, recordándole y recordándonos quién puede hablar y quién debe callar.

No, señores. Se llamaba Irma Hernández Cruz. Fue maestra y taxista. Fue valiente y fue asesinada por negarse a pagar extorsión.

Y se llama Karla Estrella. Es ciudadana, madre, sonorense, y fue sancionada por opinar sobre sus gobernantes.

Mientras el poder habla en susurros sobre las muertas y en sentencias sobre las vivas, sus nombres se deben gritar.

 



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