Nota publicada: 2025-10-14
Un reciente informe del Global Tipping Points Report 2025, de más de 160 científicos de 23 países, confirma que el planeta ha cruzado su primer punto de inflexión climático: los arrecifes de coral tropicales han entrado en una fase de mortalidad extendida. Esto significa que, incluso si las emisiones se redujeran inmediatamente, los corales seguirían degradándose por las dinámicas internas del sistema.
Según el documento, uno de los factores determinantes es la frecuencia creciente de olas de calor marinas y el blanqueamiento reiterado, asociados al calentamiento global. Los corales son ecosistemas fundamentales: sustentan el 25 % de las especies marinas, protegen costas de tormentas y sostienen la pesca y el turismo en numerosas regiones costeras. Cuando esos hábitats colapsan, desencadenan efectos en cadena que afectan la biodiversidad, los ingresos locales y la resiliencia costera.
Además del deterioro coralino, el reporte advierte que otros ecosistemas críticos están al borde de sus propios umbrales: la Amazonia podría volverse sabana, los polos enfrentan derretimientos acelerados y la circulación oceánica del Atlántico podría debilitarse. Cada uno de esos eventos —si se gatilla— reformularía regiones climáticas, patrones de lluvia y la estabilidad de los sistemas agrícolas y hídricos.
No todo es sombrío: el informe también identifica posibles “puntos de inflexión positivos”. La expansión masiva de energías renovables, la disminución del costo de almacenamiento de energía, cambios en dietas hacia menos emisiones y una regulación robusta pueden activar ciclos virtuosos que frenen el cambio climático. Pero para eso, advierten los científicos, es indispensable actuar con urgencia y escala.
Para México y América Latina, las implicaciones son particularmente graves. Las zonas costeras del Pacífico y el Caribe dependen de los corales; su degradación puede impactar turismo, pesca y protección contra tormentas. Además, la Amazonia actúa como regulador hídrico continental, y su degradación podría alterar ciclos agrícolas, lluvias y disponibilidad de agua.
Este informe marca que ya no estamos solo en el escenario de evitar daños, sino en el de gestionar impactos irreversibles que están en marcha. El desafío ahora es acelerar la transición energética, proteger ecosistemas claves, adaptar comunidades vulnerables y asegurar financiamiento que haga posible esa transformación a gran escala.