Nota publicada: 2025-09-07
¿HAY UNA NUEVA CULTURA POLÍTICA?
Bulmaro Pacheco.
Los nuevos gobernantes que llegaron al poder en 2018 afirmaron que serían distintos. Diferentes a los que gobernaron México de 1934 a 2018. Ni estilos ni usos políticos similares a los anteriores, ni vicios ni desviaciones, así lo afirmaron. Llegaron bajo la premisa de que serían algo nuevo porque así se los ordenó el pueblo (sic).
No llegaron solos. Llegaron con un sistema de complicidades y asociaciones políticas provenientes de otros partidos y fuerzas que por años disputaron el poder en México, y que no tardaron en acomodarse a las nuevas expresiones políticas y a las ofertas que les hizo Morena para integrarse.
En el pasado, se pensó que con la formación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989 toda la izquierda mexicana se unificaría para dar la batalla política en los procesos electorales y buscar la alternancia del poder en todas las instancias.
El PRD nació en aquel tiempo de un desprendimiento del PRI, lo que le dio la razón al Nobel Octavio Paz, quien alguna vez afirmó que la oposición de peso en el sistema surgiría desde el propio PRI.
La unificación de las izquierdas duró muy poco. La lucha por el poder en la Ciudad de México, librada entre Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, empezó a dividir al PRD y a segmentar a la izquierda en tribus y corrientes internas. Por diferencias internas, no tardaron en renunciar al PRD José Woldenberg, Pablo Pascual Moncayo y Jorge Alcocer.
Cárdenas insistió en ser candidato presidencial en tres ocasiones: 1988, con el Frente Democrático Nacional, donde logró su mayor votación (31.06%); en 1994 (16.59%), ya con el PRD; y en el 2000, con alianzas del PRD con el PT, PAS, PSN y CD (16.64%). En esa elección, Porfirio Muñoz Ledo fue candidato presidencial por el PARM (0.42%) y Manuel Camacho Solís por el PCD, que solo obtuvo un 0.55%. Gilberto Rincón Gallardo, del PDS, alcanzó el 1.58%.
A pesar de haberse opuesto a la reforma que establecía la elección popular para el gobierno de la Ciudad de México, Cárdenas fue su primer beneficiario: ganó la elección en 1997 contra Alfredo del Mazo, del PRI y Carlos Castillo Peraza del PAN. Desde 1997 las izquierdas no han perdido la Ciudad de México.
El PRD, como partido nacional, existió de 1989 —año de su fundación— hasta la elección de 2024, cuando perdió su registro al no alcanzar el 3% de la votación y quedando solo como partido local en 11 entidades de la República. Con el tiempo, se retiró del partido uno de sus fundadores, Cuauhtémoc Cárdenas, y después Andrés Manuel López Obrador para formar un nuevo partido. Ya antes lo habían hecho Rosario Robles, Amalia García y Alejandra Barrales.
Morena quedó registrado en 2014 y participó en su primera elección federal en 2015, obteniendo el 8.39% de la votación y ganando 14 distritos de mayoría.
En esa elección, un PRD ya fracturado tuvo el 10.87% de la votación ganando solo en 5 distritos federales. Ese mismo año, el PT perdió el registro nacional porque no alcanzó el 3% de la votación, pero lo recuperó tras una elección extraordinaria, para luego sumarse a Morena y sus aliados.
López Obrador sería candidato presidencial en 2006 (PRD-PT-Convergencia), en 2012 (PRD-PT-MC) y en 2018 (Morena-PT-PES).
Tras su victoria en 2018 comenzaron a rediseñarse las alianzas y los apoyos que personas de otros partidos le brindaron para llegar al poder. La premisa era: “No importa de dónde vengan, importa hacia dónde vamos”, para justificar a los tránsfugas de otros partidos y ayudarles a evitar problemas de conciencia
Entre los primeros señalados estuvieron gobernadores del PRI que, tratando de imitar la facultad presidencial —y a veces desafiando al propio presidente—, quisieron imponer candidatos a gubernaturas en sus estados y terminaron perdiendo las elecciones.
Marginaron a militantes del PRI que decidieron buscar otras opciones o favorecieron la victoria de los candidatos opositores con malas y equivocadas decisiones, por ejemplo: Baeza, en Chihuahua; Mercado, en BCS; Romo, en Zacatecas; y en Guerrero, Tlaxcala, Yucatán, entre muchos otros.
La derrota del PRI en la elección presidencial de 2000 y la ausencia presidencial relajaron la disciplina en el partido y en las organizaciones políticas afiliadas, como la CNC y la FSTSE, cuyos dirigentes promovieron reformas estatutarias para eternizarse en sus cargos sin rendir cuentas a nadie. Sin ese compromiso, la dirigente nacional del SNTE impulsó la formación de su propio partido: el PANAL. Posteriormente, el ex priista Dante Delgado promovió la creación de otro, primero llamado Convergencia y hoy Movimiento Ciudadano.
El principal señalado en 2018 fue el presidente Enrique Peña Nieto, que en plena campaña presidencial —además de la frivolidad y la corrupción que caracterizaron a su gobierno— promovió la persecución legal por parte de la PGR contra el candidato del PAN-PRD-MC, Ricardo Anaya, que solo obtuvo el 22.27% de la votación.
Siguieron los gobernadores que no respaldaron a sus candidatos locales, dejándolos al libre juego de las fuerzas políticas y apoyando subrepticiamente a Morena con dinero sucio (como el caso del dinero entregado a Pío López Obrador por parte de un gobernador o el affaire “Ahumada” y el señor de las ligas) para fortalecer el proyecto de Morena y Andrés Manuel López Obrador.
Esos gobernadores fueron premiados posteriormente con embajadas, consulados y posiciones en el Senado. Fue el caso de los exgobernadores de Sinaloa, Sonora, Oaxaca, Hidalgo, Chiapas, y quedó en duda Del Mazo del Estado de México por los desprendimientos políticos generados en su entidad.
Otros fenómenos de descomposición política se vivieron ese año en México: hijos o nietos de exgobernadores del PRI postulados a gubernaturas por Morena (Américo Villarreal en Tamaulipas, Juan Sabines en Chiapas, Layda Sansores en Campeche); de esposo a esposa en Puebla (Moreno Valle–Martha Érika Alonso); de hermano a hermano en Coahuila (familia Moreira); de padre precandidato a hija heredera en Guerrero (Evelyn Salgado). Y los gobernadores Víctor Cervera en Yucatán (9 años) y Ángel Aguirre (1999 y 2011) en Guerrero que después de haber sido gobernadores interinos fueron postulados nuevamente por el PRI y el PRD. Mención especial merece el caso de la familia Monreal en Zacatecas, donde un tercer miembro de la familia busca suceder a su hermano en el gobierno.
Quienes procediendo de otros partidos engrosaron las filas de Morena y del gobierno de AMLO entre 2018 y 2024, ofrecieron una nueva cultura política asegurando que al pasarse al partido en el gobierno “se habría bañado en el Ganges para purificarse”, para darle otro sesgo a sus vidas y carreras. No ocurrió así. Siguieron con los vicios y sus arraigadas costumbres: perpetuarse en los cargos de elección popular, favorecer a sus familiares para cargos públicos y asociar a sus conocidos y amigos para beneficiarse con contratos de obras y servicios. Nada nuevo bajo el sol.
Eso relajó la disciplina, provocó el desencanto ciudadano y amplió las franjas del dominio territorial de la delincuencia organizada vinculada con la política en México, todo eso ha derivado en la participación del hampa en la selección de candidatos al servicio de intereses particulares y el asesinato de dirigentes políticos, alcaldes y funcionarios públicos que seguramente no cumplieron compromisos adquiridos. Todo un nuevo fenómeno de la política mexicana —junto al de la persecución oficial a los críticos y la ausencia de diálogo y cerrazón con los adversarios—que nos llegó con la transición del 2018 en lugar de una nueva cultura política más democrática, lo que ha generado un ambiente de incertidumbre, tensiones y temores ciudadanos que antes no existían.
¿Esas son las nuevas aportaciones de lo que ellos han denominado una nueva cultura política? No hay tal, y me temo que no la habrá en el corto plazo, por más optimismo que refleje el discurso oficial en su propia versión —distante de la realidad, por un lado, y falta de principios, improvisación y deformaciones políticas de las tribus guindas, por el otro—. Ahí está el dilema, que seguramente tendrá una primera respuesta en la elección del 2027.