Nota publicada: 2025-06-08
Las pilas de la oposición
Bulmaro Pacheco.
Si las fuerzas de oposición política en México no se ponen las pilas, el proceso electoral del 2027 será complicado para los que buscan ampliar sus niveles de votación y para los que desean conservar el registro.
A la oposición a cada rato la humillan, tanto en el discurso presidencial como en el de los gobernadores de los estados regidos por Morena. En ambos casos ni siquiera han volteado a verla. La acusan a cada rato de inexistente o que está borrada del escenario político o, lo peor —como burla—, que los opositores se encuentran “moralmente derrotados”. Esa es la letanía dominante en política; por ahora.
Y ese discurso ha venido permeando en la sociedad sin que la oposición elabore una estrategia útil y consistente de defensa que le permita posicionarse ante sus votantes, simpatizantes, y ante una opinión pública que absorta contempla cómo se reparten el pastel desde el poder —concentrándolo— en todos los niveles, sin que México registre avances en sus prioridades, desde el crecimiento económico hasta la inseguridad y la respuesta eficaz a numerosos problemas sociales, entre ellos los de los trabajadores de la educación.
Porque la gente ya se pregunta, ¿para qué querían tanta concentración de poder (tres en uno), si a pesar de eso ninguno de los graves problemas de México se resuelve?, ¿Para qué tanta propaganda sobre las transformaciones, segundos pisos y agregados, si todo ello —que se traduce en grilla barata y muy local— no se traduce en soluciones a las grandes cuestiones nacionales como la economía y el desarrollo social?
Desde la llegada al poder de Morena en 2018 han tejido y operado para jalar a opositores al lado del oficialismo: Ex gobernadores, que se dejaron ganar en sus estados y recibieron como premio misiones diplomáticas; ex dirigentes partidistas, que anunciaban el final de sus ciclos políticos —en sus partidos de origen— para pasarse al oficialismo; legisladores de otros partidos, para completar mayorías legislativas en lugares donde no las ganaron; y aquellos que recibieron ofertas de promoción o recursos económicos para avanzar en sus carreras políticas, al precio de renunciar a sus convicciones originales.
Todo eso con el propósito de causar fracturas al interior de sus organizaciones y contribuir con esas decisiones a la degradación política, más que al fortalecimiento de la democracia o al mejoramiento de la actividad política en los diversos niveles de la representación local y nacional.
Se trata de un fenómeno —en apariencia— relativamente nuevo en la política mexicana, que empezó a gestarse con las victorias del partido acción Nacional y del PRD a finales del siglo XX. El PRD surgiría en 1989 como una escisión del PRI (la de 1988) y un intento más de unificación de las izquierdas en México.
El PAN empezó a ganar alcaldías desde 1967, después regularmente —Chihuahua en 1983 y 1986— y en 1989 la primera gubernatura estatal en Baja California. Negociarían después Guanajuato en 1991 y la gubernatura de Chihuahua la perdería el PRI en 1992.
Más opciones y más libertades parecían ser el camino del momento político y siguieron cayendo posiciones donde no había arreglos políticos de unidad entre los aspirantes del PRI. En esos lugares las oposiciones estaban listas para jalar e incorporar a los inconformes, como los candidatos contra el PRI, el partido en el gobierno: (Monreal. Malova, Cota Montaño, Aguirre Rivero, etc.). Entre otros, significaron triunfos opositores con priistas inconformes que ganaban la elección y se llevaban con ellos las estructuras y los militantes —el voto duro— dejando fracturas y debilitamiento en el partido de origen. En Guanajuato y Baja California, el PRI no se recuperó.
La Ciudad de México el PRI la perdió en la primera elección Constitucional en 1997 y desde entonces gobernó primero el PRD hasta 2018. Morena ha ganado los dos últimos períodos (2018-2030)
En 1999 se da una nueva escisión en el PRI, con el surgimiento del Partido Convergencia encabezado por Dante Delgado
Manuel Camacho Solís, contrincante de Luis Donaldo Colosio en la sucesión de 1994, funda su propio partido: Centro Democrático, que lo hace candidato presidencial en la elección del 2000.
En 2001 surge el Partido Nueva Alianza encabezado por Elba Esther Gordillo, que buscó aglutinar a los maestros de México.
Con el tiempo fueron desapareciendo los antiguos aliados del PRI: el PT y el Verde Ecologista se alinearon con el partido en el gobierno y se olvidaron de sus antiguos compromisos.
Ahora las cosas han cambiado y las oposiciones deben reponerse de la permanente campaña en contra que se les endilga desde el oficialismo: Les culpan de todos los atrasos de México y poco defienden las grandes aportaciones que se hicieron para que México transitara pacíficamente hacia la democracia y la ampliación de los derechos a la diversidad política que llevó al poder a Morena.
Les echan en cara el atraso de México y poco dicen que desde el 2018 la economía mexicana no ha crecido —cuando menos— a las tasas observadas en los gobiernos del PRI y el PAN. Y si no hay crecimiento económico no hay distribución de la riqueza.
En la llamada 4T sostienen que de todos los problemas de México tiene la culpa el pasado, y las oposiciones no mueven el argumento de que el pasado sexenio del presidente López Obrador ya es parte de esas herencias. Algo que el nuevo gobierno no puede evitar reconocer, pero tiene a su favor las conferencias mañaneras, donde no solo sostienen—via propaganda— que las oposiciones no existen, sino que se hace escarnio de ellas convirtiendo la jefatura del Estado mexicano en una jefatura de partido; algo nunca visto en México en la figura presidencial, que ha roto los esquemas y las reglas de convivencia política en la pluralidad.
Tanto el PRI como el PAN, Movimiento Ciudadano y el PRD (En los estados donde cuenta con registro) deben ponerse las pilas y trabajar ya en un proyecto político para el 2027. Eso incluye buscar las candidaturas idóneas para los 300 distritos federales que habrán de renovarse en 2027, también las candidaturas de representación proporcional y dar la batalla en las 17 gubernaturas que habrán de renovarse ese año.
No es cierto que Morena sea imbatible o que la elección ya esté ganada de antemano. En política no funciona el determinismo y cada espacio político tiene sus realidades y características propias. Ahí están las recientes elecciones en Durango y Veracruz donde Morena experimentó un bajón considerable.
Las oposiciones tienen que leer muy bien los resultados y hacer una buena indagatoria sobre los problemas que han llevado a Morena a la baja. También sobre la movilización oficial para la elección del Poder Judicial, que muestra la realidad del voto duro morenista con todo y los apoyos oficiales que se dispararon.Nada para nadie por el momento y rumbo al 2027. Sí hay oposición y en el lado oficial lo saben. Esa historia apenas se está escribiendo. Ya veremos.