• Hermosillo, Sonora, México a 2025-07-06  |  Año 29 No. 11    

Del vidrio al PET


Nota publicada: 2025-07-06

Del vidrio al PET

 

Antes de que el plástico nos oxidara las células y nos dañara el riñon, hubo un tiempo en que el agua se vestía de vidrio y el refresco no venía en cápsulas de petroquímica disfrazada de marketing. Durante la decada de los 70s, no sabíamos lo que era el BPA, pero teníamos pulmones más limpios y riñones menos inflamados.

 

En aquel entonces, el garrafón de vidrio de 20 litros era altar de la cocina, pesado, frío, pero noble. Y las botellas de Coca, Fanta y Tecate regresaban como compadres leales, eran retornables, no desechables como algunas relaciones modernas. Porque el envase de vidrio no lixiviaba nada; Ni tóxicos, ni ideologías, lo más que uno se preocupaba era por el sarro del café, pero nos modernizamos. Y el plástico llegó como salvador ligero, barato, “eficiente”; Hoy bebemos agua “pura” embotellada en envases que nos envenenan con cada sorbo. Nos hicimos dependientes de un material que ahoga ballenas, infarta arterias y congestiona riñones. Antes el mar pulía vidrio,  ahora escupe pellejos plásticos. El consumo sin conciencia nos muestra a Glass Beach, California. Ahí, el mar agarraba las botellas que tirábamos y las devolvía como joyas. Las olas pulían el vidrio como si quisieran salvar nuestra vergüenza, todo lo que se arrojaba, volvía hermoso. El basurero era más humano. El mar, más paciente. En ese tiempo, los envases tenían memoria y el mar, tenía tiempo para perdonarnos. En Kamilo Beach, Hawái; hoy, el mar ya no pule: vomita. Kamilo está cubierta de pellejos de plástico, como si la playa fuera cadáver de ballena varada. Lo que flota no es basura: es diagnóstico. Jeringas, cepillos, tapas, microplásticos en cada grano de “arena”. La vida marina no encuentra salida. El mar, tampoco. El plástico ya no se puede esconder: parece tejido muerto. Ambas playas están en Estados Unidos. Una nos muestra lo que el mar puede hacer cuando lo tratamos con vergüenza. La otra, lo que el mar devuelve cuando lo tratamos como excusado. Entre el vidrio que volvía y el plástico que nunca se va, está la historia de cómo pasamos del garrafón al pellejo. Y todavía nos preguntamos por qué el riñón ya no filtra, o por qué el corazón ya no late con poesía. Lo que está pasando en esas playas, también está pasando en tu cuerpo. Así como los plásticos saturaron el mar y lo transformaron en un vertedero fosilizado,  ahora están invadiendo tu cerebro, tus venas, tus arterias, tu corazón y tu riñón. ¿Exagero? La cosa es así: El plástico no solo se quedó en los océanos ni en las bolsas que matan tortugas,  ya está en tus pulmones, en tu hígado, en tu cerebro, en tu sangre y sí: también en tu riñón. Son partículas reales, detectables, acumuladas en tejido humano vivo. Microplásticos (menos de 5 mm) y nanoplásticos (menos de 1 µm) están por todas partes: aire, agua, comida, piel, placenta. Y lo peor: nadie los invitó pero ahí están. Mientras tú pensabas que solo los peces pagaban el precio, la ciencia clínica ya tiene pruebas de que el cuerpo humano es el nuevo océano sucio. ¿Cómo se nos meten los microplásticos al cuerpo? Te los comes como si fueran fibra Cada vez que tomas agua embotellada, masticas comida procesada o chupas el popote de tu jugo detox, te estás metiendo una ración de PET, PVC, polietileno y poliestireno al colon como si fuera ensalada invisible. Sí, lector. La botellita de agua fitness que cargas al gym ya viene con su dosis de inflamación crónica incluida. Los respiras como si fueran smog espiritual, el polvo de tu casa, la ropa de poliéster que usas, el aire de la ciudad, todo eso lleva partículas plásticas en suspensión, listas para pegarse a tus pulmones. Y tú pensando que el único humo malo era el del cigarro. Te los untas también sin darte cuenta, desde cremas, exfoliantes, shampoos y hasta ropa deportiva.

 

En un estudio de 2022 hecho en Beijing: El 95% de los participantes tenía microplásticos detectables en sus heces, el contenido iba de 1 a 36 partículas por gramo de heces, en peso; hasta 14.6 mg por persona. El polímero más frecuente: polipropileno (el de los envases de yogurt, mallas, empaques) Es decir, había más plástico por centímetro cúbico que fibra dietética. ¿Y la fibra, el arroz integral, los frijoles? El colon estaba más interesado en encapsular plásticos que en digerir avena. ¿Te has fijado en algo? Cáncer por todos lados, hipertensión crónica, enfermedades autoinmunes complejas, trastornos mentales en afluencia, en fin, muchas enfermedades que quiza todavia pensemos que no se relacionan con este estilo de vida rico en plásticos pero que cada día es mas evidente. ¿Qué podemos hacer? La pregunta del millon; primero, evitar plasticos en calor, beber de preferencia en vidrio, filtrar el agua, buen sueño, utilizar cosméticos sin microesferas, evitar textiles sintéticos, evitar PET diario (botellas de agua) El objetivo no es esterilizar tu vida, sino reducir la carga crónica. Por que hoy el que informa, transforma.

Dr. César Álvarez Pacheco

[email protected]

@cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora

 

 

 

 

 



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