Nota publicada: 2025-06-12
América Latina y el Caribe han logrado reducir a la mitad la proporción de personas en condición de pobreza extrema durante las últimas décadas; sin embargo, esta mejoría no se ha traducido en una mayor estabilidad para una parte significativa de la población. Según estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), alrededor del 31?% de los habitantes de la región vive en una zona intermedia: no son pobres, pero tampoco tienen acceso a condiciones económicas sólidas. Esta población vulnerabilidad se traduce en vidas marcadas por la incertidumbre y la imposibilidad de proyectarse más allá del día a día.
Estas personas vulnerables se encuentran atrapadas en una situación económica precaria. Su nivel de ingresos y acceso a servicios no les permite clasificarse como clase media, pero igualmente no cuentan con los mecanismos de protección necesarios para enfrentar choques como crisis sanitarias, desastres naturales o impactos tecnológicos. El PNUD alerta que, en esta zona gris, cualquier revés puede significar un descenso directo hacia niveles de pobreza más aguda.
El organismo destaca que, aunque la pobreza extrema cayó de alrededor del 50?% al 25?% en los últimos años, ese tercio que vive al borde continúa prácticamente igual. El desarrollo humano ha registrado un estancamiento; luego de crecer de manera sostenida desde 1990, comenzó a desacelerarse a partir de 2010 y sufrió una caída histórica durante la pandemia. Pese a una recuperación parcial, aún persisten grandes brechas entre países y dentro de ellos, especialmente en términos de acceso a salud, educación e ingreso por habitante.
La situación es especialmente delicada por la creciente volatilidad global. Según el PNUD, la percepción de riesgo económico en la región se ha triplicado desde 1990 y, en los primeros meses de 2025, la sensación de incertidumbre aumentó un 101?% respecto al cierre de 2024. Esta tendencia muestra el temor de que el progreso sea reversible y que, con cada nueva crisis, se pierdan avances significativos en bienestar.
El estancamiento en el desarrollo humano –medido por acceso educativo, salud y crecimiento económico– pone en evidencia la vulnerabilidad sistémica de la región. Sin políticas dirigidas a fortalecer el tejido social y económico de estos millones de personas, el sueño de ascender se torna frágil. En lugar de una disminución lineal de la pobreza, lo que se observa es una movilidad pendular, en donde subir ha sido posible, pero caer vuelve a ser habitual.
El informe del PNUD, titulado "Bajo presión: recalibrando el futuro del desarrollo para América Latina y el Caribe", llama a los gobiernos de la región a diseñar estrategias que no solo reduzcan la pobreza extrema, sino que también construyan una base sólida para quienes habitan en el margen económico. Hacen falta sistemas de protección social más robustos, acceso efectivo a servicios públicos y mecanismos que permitan una transición segura hacia una clase media real, evitando así el riesgo de retrocesos que olvide la lucha contra la vulnerabilidad estructural.